Tengo una idea, pero... ¿cómo sé que es una buena idea?
¿Cómo podemos identificar las buenas ideas?
Para responder esta pregunta debemos enfrentar dos grandes mundos, por un lado, los problemas que tiene nuestro mercado actual, y, por otro, lo mejor de nosotros mismos.
Una idea será buena si podemos validarla como solución eficaz a alguno de los problemas que hay en nuestro mercado objetivo.
¿Qué es lo mejor que podemos aportar a nuestro mercado, como marca y como profesionales, para resolver alguna de las necesidades que tiene en este momento?
¿Qué es lo mejor que podemos ofrecer a nuestro mercado para ayudar a resolver los problemas que tiene en el momento actual?
Ese producto / servicio, lo mejor que podamos aportar al mercado, debe resolver un problema o solucionar una necesidad.
Y debe resolverlo mejor que nuestros competidores actuales y futuros.
Así que necesitamos validar nuestra idea, tenemos que averiguar si efectivamente, nuestro producto / servicio es la solución que van a buscar los usuarios para resolver esa necesidad desatendida, o mal atendida.
¿Qué necesidad de nuestro mercado vamos a solucionar?
¿A quién le vamos a resolver un problema?
Sabemos que la mayor parte de nuestros fracasos empresariales vienen motivados porque nuestra idea de negocio parte de una solución (e invertimos ingentes cantidades de recursos en buscar un problema que solucionar) en lugar de partir de un problema/necesidad REAL del mercado.
Así que lo primero que debemos hacer es centrarnos en imaginar a nuestros posibles clientes, sus problemas y necesidades.
Para reducir la incertidumbre respecto al QUÉ, vamos a seguir un proceso de tres pasos:
1. Comenzamos pensando en nuestros potenciales clientes, aquellas personas a quienes queremos aportarle valor (es decir, solucionar un problema o satisfacer una necesidad).
Describimos al cliente genérico y luego dividimos ese gran segmento en otros más pequeños, específicos y manejables, y de ellos señalamos el segmento que considerábamos más interesante o con mayor potencial.
2. Identificamos nuestro early adopter, es decir, un perfil de cliente que creemos que querrá usar nuestro producto o servicio antes que los demás, que por sus características será capaz de «perdonarnos» los errores que pueda tener el producto / servicio en la fase inicial y que nos ayudará a aprender acerca de lo que realmente quiere nuestro cliente.
Nuestro early adopter se convierte en nuestro objetivo principal al que vamos a dirigir el resto del modelo de negocio inicial.
3. Pensando en el early adopter, imaginamos 1, 2, ó 3 problemas que creemos que podemos resolverle y los ordenamos por la importancia que creemos que tienen para él.
Para descubrir negocios que realmente funcionen debemos estar dispuestos a cuestionar y a probar nuestros razonamientos tratando directamente con nuestro mercado.
Os sugiero el siguiente ejercicio:
a) Hacer una lista de vuestros early adopters más cercanos, con quien puedas tener más confianza.
No hace falta que sean muchos, comienza por uno y prueba hasta qué número puedes llegar.
b) Ordénalos por confianza / facilidad la hora de hablar con ellos.
c) Verifica con ellos si realmente tienen los problemas que has señalado y si ese realmente es su orden de importancia.
d) Verifica las alternativas de las que disponen actualmente para dar solución a esos problemas.
Para identificar a nuestro cliente objetivo también podemos utilizar herramientas como Client Print y Client Journey.
Con estas herramientas ubicaremos a nuestro target en su entorno y analizaremos las diferentes fuerzas competitivas a las que nos enfrentamos.