Cuando Ray entró en aquel restaurante de la Ruta 66 no podía imaginar que su vida acababa de cambiar para siempre.
O quizá sí. A decir verdad, tuvo que haber visto en aquel sitio algo que le quitaría el sueño y le llevaría a tomar la decisión más importante de su vida.
Había viajado casi tres mil kilómetros, desde Chicago a California, para ver qué clase de restaurante necesitaba comprar nada menos que seis máquinas para preparar batidos.
En cuanto volvió a Chicago abandonó su propia empresa para unirse a los fundadores de aquel restaurante y comprometerse a redefinir su modelo de negocio con su propia visión y perspectiva.
Sin duda, Ray no era un tipo corriente.
Cuando entró en aquel restaurante, vio el futuro y fue a por él.
Pero antes de llegar a ese futuro, Ray tuvo que trabajar muy duro para construirlo: analizó sus puntos fuertes y débiles, visualizó sus oportunidades y amenazas, redefinió procesos, modelos, sistemas, normas y, por supuesto, evaluó y asumió los riesgos de transformar el negocio y cambiar el curso de la historia.
Cuando Ray tomó la decisión de transformar aquel restaurante de la Ruta 66 en un modelo de negocio completamente diferente, no pretendía crear bonitos anuncios, complejas promociones ni agresivas políticas de ventas.
Aunque acabaría haciendo todo esto con el tiempo, lo primero que pensó fue en transformar el negocio para crear valor, un valor que le permitiera mejorar los beneficios económicos al satisfacer las necesidades de sus clientes.
Después de crear valor, pensaría en la publicidad, las promociones, los incentivos de ventas y la posibilidad de abrir más restaurantes.
No hay apaño, varita mágica ni poción mágica que vaya a darte el éxito con el que estás soñando.
¿Cuál es el secreto del éxito de un proyecto?
La respuesta es simple, no hay fórmula secreta, lo que sí hay son principios, estrategias y acciones que te permitan satisfacer las necesidades de tus clientes.
Hay muchas preguntas que responder, antes de alcanzar el éxito, y sus respuestas serán las que te hagan aprender y seguir creciendo:
¿Hasta qué punto crees en ti?
¿Hasta qué punto contribuye tu entorno a tu actitud mental y tu éxito?
¿Hasta qué punto triunfa la gente con la que te relacionas?
¿Cuánto tiempo dedicas cada día a aprender algo nuevo?
¿Tienes tus planes y objetivos presentes todos los días?
¿Cuánto vales para los demás?
¿Hasta qué punto detectas las oportunidades?
¿Tú atrapas las oportunidades?
¿Eres de acción o de mucho bla-bla y poco actuar?
¿Hasta qué punto estás dispuesto a cometer errores?
¿Hasta qué punto estás dispuesto a arriesgarte?
¿Hasta qué punto tu afán por el éxito es obstinado?
¿Hasta qué punto estás equilibrado física, espiritual y emocionalmente?
¿Inviertes en ti mismo cada mes?
¿Cuántos proyectos abandonas antes de concluirlos?
¿Hasta qué punto es positiva tu actitud?
En cualquier proyecto empresarial, la persona que resulta victoriosa casi siempre es la que más lo desea.
La victoria no siempre es para el rápido, la victoria no siempre es para el poderoso ni siempre es para el precio más bajo.
La victoria que llamamos éxito es para la persona más preparada, que cree en sí misma, bien relacionada, autodidacta y responsable, que ve la oportunidad y está dispuesta a arriesgarse para aprovecharla; en ocasiones un gran riesgo.
¿Eres tú?
El mayor secreto y obstáculo del éxito eres tú. La fórmula está al alcance de todos, pero hay una gran diferencia entre saber lo que hacer y hacerlo.