El cerebro cebolla
Siempre me ha interesado comprender la forma en que las personas observamos, interpretamos y tomamos decisiones en nuestra vida personal y profesional.
En mi opinión, comprender el funcionamiento de la mente nos permite trabajar mejor y ser más eficaces en nuestro desempeño.
Dado que nuestro comportamiento, el comportamiento humano nace en el cerebro, he decidido empezar por comprender cómo funciona y ofreceros un breve y simplísimo análisis sobre su funcionamiento.
Pensemos en el cerebro como si fuera una cebolla, que como todos sabemos, tiene varias capas una encima de la otra.
En el centro hay una estructura llamada el rombencéfalo, una porción del encéfalo, el cerebro posterior, responsable de mantenernos vivos.
El rombencéfalo se encarga de todas las funciones fisiológicas necesarias para la supervivencia: el ritmo cardíaco, el sueño, el despertar, los reflejos, los movimientos musculares y los impulsos biológicos.
El rombencéfalo, localizado en la base del cerebro, se llama también “cerebro reptiliano” porque esta estructura neurológica básica estaba presente en nuestros precursores biológicos, incluyendo reptiles y anfibios.
El rombencéfalo es ante todo el responsable de generar señales que bajan por la médula espinal, pasan por los nervios y se distribuyen por el cuerpo generando los actos físicos.
Cuando nuestro cerebro primitivo percibe que estamos abandonando el puerto seguro de lo conocido, se activa porque nos estamos alejando de nuestras formas de ser tradicionales.
Para nuestro cerebro reptiliano, adentrarnos en territorios inexplorados, es percibido como una amenaza e inmediatamente se pone a trabajar para disuadirnos de seguir adelante.
Sobre el rombencéfalo está el mesencéfalo, cerebro medio, encargado de procesar los datos sensoriales, la emoción, la memoria y el reconocimiento de patrones.
El mesencéfalo predice constantemente y de forma automática lo que sucederá a continuación, y luego envía la información al rombencéfalo, que prepara nuestro cuerpo para una acción inmediata.
El mesencéfalo es el locutor de radio y el rombencéfalo, la radio.
Situado justo encima del mesencéfalo hay una fina capa de tejido plegado: el prosencéfalo, cerebro interior.
Este pequeño velo de materia neural es responsable de las capacidades cognitivas que nos distinguen como humanos: conciencia de uno mismo, capacidad lógica, de inhibición y de decisión.
Desde el punto de vista evolutivo, el prosencéfalo es de muy reciente desarrollo y probablemente se formó para ayudarnos a lidiar con la ambigüedad.
La mayoría de las veces el mesencéfalo y el rombencéfalo dirigen la función: actuamos basándonos en el instinto y gracias al piloto automático.
Ahora bien, eso cambia cuando nos enfrentamos a algo inesperado o desconocido que confunde la capacidad del mesencéfalo para predecir lo que va a suceder a continuación.
En ese momento, el prosencéfalo se pone en marcha, recopila información y valora alternativas.
Tras la deliberación y el análisis, el prosencéfalo toma una decisión considerando lo que le parece que es la mejor opción en ese momento.
A partir de entonces, el mesencéfalo y el rombencéfalo asumen el control y ejecutan la acción.
La función del mesencéfalo es destacar aquello que está pasando en nuestro entorno y que nos interesa, aquello que pueda satisfacer alguna de nuestras necesidades básicas o suponer algún peligro.
Cada vez que abandonamos nuestra zona de confort, nuestro cerebro primitivo entra en acción.
Cuando incrementamos nuestros conocimientos y nuestra experiencia y elevamos nuestro nivel de influencia, se atemoriza ante los inminentes cambios.
Entonces empieza a liberar cortisol, la hormona del estrés y del miedo; nuestro grado de percepción se estrecha, nuestra respiración se vuelve menos profunda y entramos en lo que se llama modo de lucha o huida.
En realidad, las tres opciones que tenemos ante el temor son la lucha, la huida o el bloqueo.
En cambio, nuestro pensamiento complejo desea que crezcamos, que evolucionemos, que desarrollemos trabajos de mayor nivel, que vivamos vidas mejores y que sirvamos de inspiración a los demás.
A menudo adoptamos las distracciones como posibles medios para encontrarnos mejor, aunque solo sea durante apenas un minuto.
Se necesita un coraje notable para vencer el miedo inherente al verdadero crecimiento personal y profesional, y para continuar desarrollándolo, aún cuando sientas como si te acercaras al abismo.
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